El Master Final de Madrid peligra. Como lo estáis leyendo, tal cual.
Según mi padelgate la última prueba del año destinada a Madrid está en serio riesgo. Podría disputarse en Italia.
Cuentan que hay fuertes presiones en la cúpula del pádel profesional para que, debido al repunte pandémico, no se celebre en la capital de España.
El pádel italiano está sabiendo mover hilos en la sombra. Nadie duda del lobby italiano dentro de las más altas instancias del pádel profesional mundial. Y precisamente mis informadores corroboran que ya han empezado las presiones para trasladar esa etapa al país de la bota.
Roma o Milán serían las favoritas a llevarse el gato al agua. Grandes capitales, buena conexión, y escenario espectacular. Imaginaos una pista delante del Coliseo. La imagen daría la vuelta al mundo. En eso nuestros primos italianos son los mejores.
Desde hace tiempo el horizonte para la sostenibilidad del ecosistema en el pádel pasa por salir del país. Nuevos mercados como el de Suecia, el italiano o el francés serán los que aporten un balón de oxígeno en nuevas ventas.
El hecho de multiplicar pistas y añadir miles de palas a los nuevos padeleros rubios del norte ha venido como vacuna en este ‘annus horribilis’ para el pádel mundial y el deporte en general. Y de la nada surgió Italia.
No sabemos si, a ritmo de tarantella pero, sí gracias a los contactos de Luigi Carraro, presidente de la FIP, que se perfila como postulante para saber trenzar los hilos que le faltan a nuestro deporte para llegar a desfilar por la pasarela de la moda y el glamour.
Casi todos los expertos en marketing que, tienen algo que ver con el pádel profesional, confiesan que, para que el circuito mundial llegue a ser reconocido como el tenis, le falta ese empujón final, esa inversión de marcas potentes no sólo españolas como Estrella Damm, Adeslas o Cupra, sino los padrinos que tiene la Fórmula 1, el fútbol o el tenis.
Sin desmerecer a nadie, y sin saber si será bueno o quizá vendamos el alma al diablo, me atrevo a pronosticar que, al igual que Argentina nos mira con recelo desde la distancia por habernos llevado a la novia, quizá en breve nos encontremos contemplando al país transalpino con la misma cara de bobos.
Me imagino a Paquito, Lebrón o Galán viviendo en un apartamento cerca del Duomo o en el Trastevere romano, recordando lo bien que se lo pasaban haciendo retos durante el confinamiento en su Andalucía natal. Lidiando con los nombres raros de las diferentes clases de pasta.
En fin, un «non si può mai sapere» (no se puede saber nunca lo que pasará) que diría mi amigo Oscar Parella, que sabe un rato de italiano.
El Master Final de Madrid peligra. Y no por Covid, sino más bien por «movimenti».