Paquito Navarro y la furia del deseo.
Arrancaba su trayectoria en el curso 2020 el bueno de Paquito de la mano de Pablo Lima. Compartía proyecto con el carioca después de tocar la cima del mundo en 2019. Tras toda una vida persiguiendo un sueño, Navarro salía por primera vez como número uno del mundo junto a Juan Lebrón. Con el zurrón repleto de confianza, llegaba el año pasado a Marbella para la primera prueba de la temporada. El pabellón de San Pedro de Alcántara fue testigo de la puesta en escena de la pareja hispano brasileña, que salió de aquel torneo con el título bajo el brazo.
A priori, parecía una unión perfecta. Dos jugadores consolidados se acompañaban en plena madurez deportiva para sacarse lo mejor del otro. Pero en este punto, llegó la pandemia y todo cambió. 3 meses encerrados en ciudades diferentes lastran a cualquier profesional del deporte, y el caso de Navarro y Lima no iba a ser menos. Diferentes criterios en el seno del equipo tampoco ayudaron, y estas circunstancias se vieron con el retorno de la competición. Sobre la pista no había sintonía, Paco y Pablo parecían 2 solistas que tocaban diferentes partituras. La cara es el espejo del alma, y al sevillano se le nota todo en ella.
Su juego daba la sensación de haber perdido algo de ‘punch’ y agresividad, pues parecía que Paco había optado por darle más volumen a su fantástica faceta como defensor. Pese a esto, el desenlace era el esperado. Lima y Navarro decidían no continuar juntos de cara a la presente temporada.
Con este decorado, apareció un soplo de aire fresco en la figura de Martín Di Nenno. El drive de Ezeiza, que venía en clara progresión, formaría equipo junto a Paquito, con la ayuda de Rodri Ovide desde el banco. La temporada arrancó con resultados complicados, pues la élite no perdona. No pudieron pasar de primera ronda en Madrid ante Lamperti y Coello, para caer también en cuartos ante Tello/Chingotto en Alicante. Las críticas se multiplicaron, destacando que Martín no estaba preparado para el reto o que Paquito no era el de antes. Pero ellos tenían un plan, y vaya si lo ejecutaron.
Trabajando en la sombra a través de la dura pretemporada, estaban preparados para ajustar lo que hiciera falta y dar el paso que demandaban todos. En las semis de Vigo ante Galán y Lebrón, todo cambió. Con set abajo, break abajo y los número uno volando, Paquito y Martín sacaron su mejor versión para darle vuelta y acabar ganando el partido de manera heroica. Fuego en los ojos de ambos jugadores, el nivel de activación por las nubes y una conexión de otra galaxia para volver al baile. No acabaron ganando el título, pero habían vuelto.
Con las buenas sensaciones, llegaron a Santander. Se volvió a disputar el mismo partido en semis, y este segundo quizá fue la mejor batalla del curso. Tuvieron 2 bolas de partido ante Galán y Lebrón, pero no pudieron cerrarlo.
Pese a eso, podemos gritar a los 4 vientos que hemos recuperado a Paquito Navarro. El huracán del barrio de los Remedios vuelve a sonreír en la pista. Cuando destapa el tarro de las esencias y juega con esa pasión, no tiene parangón. Él lo sabe y los rivales lo saben. Mucha culpa en este momento de efervescencia la tienen Di Nenno y Ovide, que están potenciando sus virtudes y minimizando sus defectos para que pueda dar rienda suelta a todo su talento.
Ser uno de los jugadores más carismáticos del circuito no se regala, o se tiene o no se tiene. Y Paquito lo es, su personalidad traspasa fronteras. El espectador se vanagloria por haberlo recuperado para la causa, y eso, con el talento tan grande que atesora, es una noticia fabulosa.
Pese a todo, ellos saben que tienen que seguir evolucionando y que no hay que parar aquí. Son conscientes que tienen que rematar el trabajo con un título. Paquito vuelve a Marbella, sede de su último triunfo en marzo de 2020. ¿Volverá a ganar en tierras malagueñas? Están llamando mucho a la puerta y al final, acabarán abriendo.