Pese a que parezca un tópico, el abordaje ejecutivo de cualquier deporte todavía tiende a ser analizado mayoritariamente como un proceso de naturaleza eminentemente física. De hecho, en más ocasiones de las debidas, el enfoque de este análisis se centra más que en el proceso subyacente, en el resultado observable.
Y en cierto modo incluso resulta comprensible pues, a fin de cuentas, cuando jugamos un partido de pádel podemos ser capaces de predecir la trayectoria de un rebote de acuerdo al ángulo del golpe con nuestros ojos o podemos oír cómo resuenan los gritos de nuestra pareja y de nuestros contrincantes con total precisión gracias a nuestros oídos.
Es inevitable: el ser humano se encuentra en constante interpretación de todas las facetas de la realidad a través de la información física que recogen sus sentidos. Y en el pádel ocurre igual, ni más ni menos.
Con todo, somos conscientes que hay “algo” que va más allá de pulir la técnica, de la repetición de los ejercicios, de trabajar duro para mantener y mejorar la condición física… Durante las últimas décadas de la historia del ámbito deportivo, los dos platos de esa balanza a la que en suma nos referimos como rendimiento deportivo han comenzado a equilibrarse aunque no sin cierta timidez, todo hay que decirlo.
En uno de estos platillos se posiciona todo lo previamente expuesto: lo kinestésico, lo corporal, lo inherente a cualquier tipo de actividad física, ejercicio y deporte. En el otro, por el contrario, están todos aquellos componentes que precisamente no podemos ver, oír o tocar, al menos directamente.
La esencia cognitiva de términos de los que con tanta ligereza hablamos como son “motivación”, “atención” o “aprendizaje”, por tan sólo citar tres de estos escurridizos ejemplos, supone que invertir en estos factores clave no resulte una tarea para nada sencilla.
FACTORES PSICOLÓGICOS
Pero resulta que el quid es ese: todos sabemos (¡al fin!) que los factores psicológicos son clave en las necesidades, fortalezas y debilidades de cada jugador de pádel para que así pueda explotar todo su potencial tanto dentro como fuera de la pista.
Por sintetizar la idea con un escenario hipotético: ¿de qué nos sirve ser un jugador con una gran técnica si al mínimo descuido nuestra baja tolerancia a la frustración puede echarnos por tierra todo un set a nosotros y a nuestra pareja sin posibilidad de sobreponernos psicológicamente…?
Nadie se atrevería a desestimar el papel esencial que desempeña un buen preparador físico en la trayectoria de un jugador de pádel profesional. Y entonces, ¿por qué la figura del psicólogo deportivo no goza de la misma simpatía, que ya decir, relevancia? Para contestar a esta pregunta, es necesario responder previamente a las dos que encabezan este artículo: “¿Qué es un psicólogo del deporte y qué puede aportar al pádel?”
El psicólogo deportivo es, ante todo, un profesional perteneciente al campo de la psicología que pone sus conocimientos, recursos y aptitudes al servicio del mundo de la actividad física, el ejercicio y el deporte para materializar varios y diversos objetivos, pero siempre encauzados alrededor de la balanza de la que antes hablábamos: maximizar el rendimiento deportivo atendiendo a las necesidades, demandas, fortalezas y debilidades del jugador.
El psicólogo del deporte basa su trabajo en intervenir con los jugadores, resulta evidente, pero su faceta también es multidisciplinar, ya que interactúa con entrenadores, fisioterapeutas, nutricionistas, preparadores físicos y con los padres o tutores, en la situación de jugadores que son menores de edad.
TRES PILARES FUNDAMENTALES
Delimitado esto, ¿cómo lo hace? ¿cómo procede exactamente el psicólogo deportivo? Básicamente y para tampoco sobrecargarnos con este post introductorio, desde tres pilares íntimamente enlazados entre sí, que son:
- Nivel cognitivo: aquí podemos encontrar las creencias o pensamientos que el propio jugador tiene a la hora de evaluar su autoconfianza, sus habilidades físicas o incluso las de sus contrincantes…
- Nivel emocional: sus estrategias de motivación, la fluctuación de su estado de ánimo de cara a una competición, sus métodos para afrontar el estrés, su facilidad para controlar sus impulsos…
- Nivel conductual: sus comportamientos tanto dentro como fuera de pista, su capacidad para regular la actividad conductual, si la comunicación en pareja es funcional o disfuncional…
Podríamos decir que estos tres niveles de intervención son los canales principales con los que opera el psicólogo deportivo para que el funcionamiento psicológico de nuestro jugador sea lo más idóneo posible. Pero realmente con decir todo esto tampoco basta para definir qué hace un psicólogo del deporte y qué puede sumar al mundo del pádel. ¿Por qué?
PROPORCIONAR AYUDA
Porque el verdadero psicólogo deportivo busca ir todavía más allá y por eso es un profesional que ayuda a plantear y detallar los pasos que hay que seguir para alcanzar los objetivos impuestos a corto, medio y largo plazo de la competición.
Al mismo tiempo, es un agente que sabe hacer uso del refuerzo para fomentar los métodos de aprendizaje del jugador durante sus entrenamientos.
Es un especialista que constantemente se halla investigando y reactualizándose en tanto a las mejores técnicas y medios que existen para sacar el mayor partido de su cliente (en nuestro caso el jugador de pádel) como pueden ser técnicas de gran efectividad concentración, visualización e imaginería.
Sabe perfectamente que para cualquier deportista una lesión implica atravesar un auténtico proceso de duelo, y que como tal, sí, se vive y se sufre en su vertiente externa pero innegablemente (y habitualmente de forma más severa) también en la interna.
Puede dotar de las herramientas necesarias para que el jugador de pádel incremente su autoconocimiento y comprenda las razones por las que actúa de determinada forma, en determinadas circunstancias, en determinados ambientes.
MOTIVACIÓN DEPORTIVA
Entiende que la motivación deportiva tiene diversos orígenes y modos de manifestarse y que atender a la información que brindan estos elementos sirve para desarrollar la autodeterminación del jugador para que crezca, tanto deportiva como personalmente y para que nunca deje de disfrutar y sentirse satisfecho jugando al pádel, la que sin duda debería ser la regla número uno de cualquier jugador que se precie como tal, y no puedo dejar de recalcar este aspecto.
La lista de aportaciones sigue y sigue, pero creo que esto sirve para hacernos una idea general. Y sí, suena a magia, me hago cargo. Suena a que es demasiado bonito como para que todo esto sea realidad. Y no es preciso aclararlo: la magia y, por extensión, los magos no existen.
PROFESIONALIDAD
Pero existen las personas y aún más importante, las personas profesionales. Y si hay algo que el verdadero psicólogo deportivo persigue por encima de todo es la profesionalidad y lo hace apoyándose en la teoría científica, dejándose la piel en el ruedo de la experiencia, aplicando la práctica, probando, acertando y errando. Pero lo hace siempre esforzándose, esforzándose mucho.
El sentido del esfuerzo y de la disciplina son, probablemente, dos de las capacidades más hermosas que el deporte puede inculcar en las personas y el verdadero psicólogo deportivo tiene presentes los beneficios con los que recompensa el deporte a sus practicantes.
Del mismo modo que ellos, el psicólogo deportivo desea superar sus marcas personales y demostrar lo que vale. Como cualquiera, merece que le den la oportunidad de arrimar el hombro.
Pero claro, todo esto ya lo sabemos. Ya sabemos que titanes como Belasteguín en la pala o Nadal en la raqueta son enormes atletas en las dos caras de la moneda: tanto en la física como en la psicológica. Nada nuevo bajo el sol.
Y siendo así, yo me pregunto: ¿es que acaso no queremos seguir viendo cómo mañana surgen nuevos titanes aún más grandes que los que tenemos hoy?
Repito: Ya lo sabemos.
Ahora apliquemos.
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